9.10.2012

De lo que se esconde en la última sombra

La escena se desarrollaba con celeridad tiñendo las sombras que arropaban el asfalto, acompañando livianamente la llegada del amanecer.
Yo observaba desde una esquina retando a mi organismo a sobrevivir una hora más. El mundo es demasiado intrigante y lleno de sorpresas como para fumarse horas innecesarias repletas de ideas creadas por el subconsciente, que se aferran a la almohada como náufragos ficticios.

Todo comenzó con la música: se oía lejana pero transparente. Como caída del cielo o salida de las entrañas de la tierra. Inundaba la calle y envolvía las sonrisas que volvían a la cama acompañadas de algunas copas de más y prendas de menos. Nada especial al fin y al cabo.
Lo que me llamó la atención no fue su estado de embriaguez, la longitud de su falda o el aspecto risueño que era su expresión, (propio de quien es amigo de la noche y sus demonios).
Volvía arropada en gritos y canciones, inundada en libertad, sofocada en una carcajada interminable, bailando para no perder el compás de la noche. Pero, en un segundo (o tal vez ni eso), la masa se desplazó sin ella. Bastó un milímetro de diferencia para que captase mi entera atención. En un suspiro se detuvo, desapareció y volvió a emerger mirando hacia abajo, atesorando algo escondido en sus manos.

Dios sabe que le he dado vueltas desde entonces, creando cientos de miles de hipótesis, sopesando billones de posibilidades. Ese fragmento de tiempo es el enigma de mi vida y, su solución, aquello por lo que respiro. La luz que inundó las pupilas de aquella chica y eclosionó en sus labios me persigue en sueños, me araña las ideas, no puedo dormir si no es imaginando qué secreto escondían aquellos dedos. Tal vez fuese alguna droga nueva o alguna de las que ya he experimentado mejorada, desarrollada en secreto para el disfrute personal de algunos afortunados jodidamente egoístas.
Lo único que sé con certeza es que aquel chute ocasionó la cara de felicidad más pura y maravillosa que jamás haya visto o hayas podido imaginar.

Las encontraré y luego moriré despacio, ahogando mi ser en la fuente de tal júbilo.

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