11.10.2015

Para nunca olvidar

Si no te sale ardiendo de dentro,
a pesar de todo,
no lo hagas.
A no ser que salga espontáneamente de tu corazón
y de tu mente y de tu boca
y de tus tripas,
no lo hagas.
Si tienes que sentarte durante horas
con la mirada fija en la pantalla del ordenador
o clavado en tu máquina de escribir
buscando las palabras,
no lo hagas.
Si lo haces por dinero o fama,
no lo hagas.
Si lo haces porque quieres mujeres en tu cama,
no lo hagas.
Si tienes que sentarte
y reescribirlo una y otra vez,
no lo hagas.
Si te cansa sólo pensar en hacerlo,
no lo hagas.
Si estás intentando escribir
como cualquier otro,
olvídalo.
Si tienes que esperar a que salga rugiendo de ti,
espera pacientemente.
Si nunca sale rugiendo de ti,
haz otra cosa.
Si primero tienes que leerlo a tu esposa
o a tu novia o a tu novio
o a tus padres o a cualquiera,
no estás preparado.
No seas como tantos escritores,
no seas como tantos miles de personas que se llaman a sí mismos escritores,
no seas soso y aburrido y pretencioso,
no te consumas en tu amor propio.
Las bibliotecas del mundo
bostezan hasta dormirse
con esa gente.
No seas uno de ellos.
No lo hagas.
A no ser que salga de tu alma
como un cohete,
a no ser que quedarte quieto
pudiera llevarte a la locura,
al suicidio o al asesinato,
no lo hagas.
A no ser que el sol dentro de ti
esté quemando tus tripas,
no lo hagas.
Cuando sea verdaderamente el momento,
y si has sido elegido,
sucederá por sí solo y
seguirá sucediendo hasta que mueras
o hasta que muera en ti.
No hay otro camino. Y nunca lo hubo. 


Charles Bukowski, Así que quieres ser escritor. 

9.29.2015

¿Y si...?


¿Y si todo hubiera sido como tendría que haber sido? - la pregunta da vueltas en mi cabeza, como una mariposa atrapada entre muros de cristal. Noto el aleteo de cada sílaba, retumbando en mis sienes, trayendo su reflejo hasta mi retina. Sus labios, su risa, su nariz, sus ojos redondos e inquisitivos, tan altivos y ahora distantes. Sé que la jodí, comprendo que no pueda volver atrás pero, ¿y si, por un segundo, la imagen se congelase y volviese atrás en forma de atardeceres y amaneceres desplazándose a toda velocidad, con la vista inmóvil en un punto fijo, como en un documental?
En ese caso hoy no nos habríamos cruzado y ella no habría apretado el paso, nerviosa. Si todo hubiera sido como dictó el destino, esta situación confusa de tira y afloja reiterativo, sería nada. Quisiera volver a aquella tarde bajo el árbol, cuando nevaba tanto que no sabíamos si seríamos capaces de volver a casa. Yo notaba su calor a través del abrigo oscuro de felpa y ella miraba hacia arriba frunciendo el ceño, eternamente preocupada. Por un instante, pasó por mi mente el alzar su barbilla y decirle con los labios lo que no podía con la voz pero, después, venció mi omnipotente timidez y sólo supe compartir una canción. En aquel momento me pareció lo más correcto, lo más bonito. Aquellos acordes también eran parte de mi ser y, para bien o para mal, era lo único que me atrevía a darle. Ella sonrió en silencio, mirando al infinito etéreo y místico que provocaban los copos de nieve sobre el cielo, moviendo su cabeza al son de la música.

Esperó y yo nunca llegué.
Se marchó y yo no fui a buscarla.

¿Y si hubiera sabido lo que debería haber querido saber? Quizás ahora ella no me mirase desde detrás de esa pantalla, de esa... Frontera que ha construido entre ambos. Quizás no habría enterrado mi recuerdo junto con todas las cosas inocentemente dulces que compartimos, que ella sintió y yo no supe saber sentimiento. Quizás yo no estaría aquí solo, tumbado boca arriba en esta buhardilla polvorienta, rodeado de discos viejos, esperando cruzármela una tarde y poder cambiarle mi canción por un beso.

12.15.2014

Instinto


Me gusta observarte. En silencio, entre las sombras, amparado por la noche, la lluvia o tu bendita incrédula inocencia. Me reconforta tu actitud frente al cristal mojado: inmóvil y estoica, como un faro irradiando calor, empañando tu silueta contra su superficie.

Eres mi razón de ser, pero tampoco lo llamaría amor. Existes porque quiero, caminas libre y despreocupadamente porque yo lo permito. Nunca miras hacia atrás, tal vez sabes que siempre estoy ahí. Acechándote o protegiéndote, tú eliges. Puedo distinguir tu olor, tu color.

Y cuando sueño, no existen límites. Dejas la llave bajo el felpudo y puedo entrar. Como un fantasma o una ilusión, me deslizo hasta la cama donde duermes más desamparada que nunca. El pelo cae sobre tus mejillas, acariciando lo que es mío. Tu cuerpo se contorsiona como si supiese que existe un vacío inexorable al final, tus calcetines se interponen entre mi cuerpo y tu piel. Deliciosa. Ningún sensor artificial puede captar la magnitud de tu belleza, de tu presencia. Si me concentro en tus labios entreabiertos, algo explota en mi interior, el éxtasis nubla mi sentido racional y sólo quiero encadenarte, enjaularte, esconderte. Arrancarte la piel y fundirme en tu esencia. Quiero que me mires con ojos suplicantes y regalarte mi compasión, pero sólo a medias.

Es esta sensación, este delirio fascinante... No lo comprendo. ¿Acaso es pura felicidad? Me siento menos humano a cada centímetro que avanzo sobre tí. No quiero parar, ahora no, la niebla se cierne sobre mí, mi sombra engulle tu silueta y mi corazón galopa desbocado. Todo se evapora y sólo quedas tú y lo que pude haber sido yo, ahora transformado, involucionado: puro instinto.