5.18.2012

De cómo pasamos de ser "tú y yo" a "nosotros" en dos segundos

Es algo sistemático, pautado, algo que ninguno de los dos podemos definir puesto que no serviría de nada. La lógica resulta incoherente y la sóla perspectiva de una explicación concisa, provoca dolor de cabeza. Nadie lo intuye porque es demasiado complejo. Surgió y se dejó extender por nuestras vidas, lo aceptamos porque era lo que tenía que pasar, pero cofirmarlo sería expropiarle su valor especial. Y no es el momento: ella tiene su vida y yo la mía.

Llega tarde, como siempre, la habitación está impoluta. Qué poco va a durar. Oigo sus tacones en el rellano, la llave en la cerradura y cómo el abrigo cae al suelo. Susurra mi nombre y avanza entre las sombras hasta encontrarse con mi mirada, eso basta. Algo tan simple activa algún tipo de resorte en nuestras mentes y, automáticamente, las palabras sobran y la ropa con ellas. Todo desaparece, se torna secundario, difuso. No sabría decir siquiera si es de día, sólo veo su pelo y su piel ¿o quizás sea la mía?,¿dónde está la diferencia?,¿importa?
Los minutos corren, hijos de puta, beben de nuestro tiempo robado a nuestras vidas perfectas y nos recuerdan que no somos eternos, que lo que hacemos va contra las reglas. Pero, como buenos proscritos, hundimos las uñas en el colchón y en la carne del otro para irnos a la mierda los tres, haciendo lo que mejor se nos da, envueltos en un mar de suspiros y sudor.

Nos sumergimos en ese torbellino similar a setenta y tres chutes de heroína y bebemos de esa sensación hasta que repugne, pues sabemos que la repugnancia se volverá necesidad en cuanto nos descuidemos. La recorro con ansia una vez, con calma la siguiente, para memorizarla una vez más: cada cicatriz, cada lunar, nada se esconde a mis yemas que reconocen su tacto y envían más endorfinas al cerebro. Grabo cada curva que describe su cuerpo y la forma en la que le cae el pelo sobre el pecho para poder sobrellevar la espera con dignidad. Pero no va a servir, nunca sirve, no es lo mismo si no está.
Ella me deja hacer, se deja hacer, se retuerce y ahoga la voz en la única almohada blanca que aún permanece sobre la cama. Sabe que se trata de la misma especie de necesidad fisiológica que ella siente por mí. No necesita explicación, nosotros nos entendemos y lo demás no importa una mierda. Luego son sus dedos los que me reconocen, examinando cada palmo, hallando cosquillas donde creí que sólo podía haber frío o calor, arañándome los hombros por si su recuerdo no duele lo suficiente, acariciándome el cuello para que cada brisa de aire me recuerde a su aliento y me transtorne el pensamiento.

Entrelazados en el reducto del tiempo que nos queda, yo pienso en silencio cómo retenerla a mi lado y ella me cuenta lo que ha hecho los siete días, dos horas y treinta y cinco minutos que hemos pasado separados. Me cuesta reconocerlo, pero quizás si esté loco por ella.



No hay comentarios:

Publicar un comentario