4.05.2012

Al final del túnel, sigue habiendo oscuridad

Cuando abrí los ojos, ya no había nada.

Pero antes de esa nada, había subido a lo alto de aquel edificio con el único objetivo de asomarme y mirar hacia abajo riéndome de todos aquellos que no fuesen conscientes de la fragilidad de una vida. El viento me rodeaba escondiéndose entre los pliegues de mi ropa, balanceando mi pelo y secando las lágrimas que había derramado tantas veces por la misma causa. Cerré los ojos y dejé que la sensación de estar en el epicentro del huracán, a un paso del abismo, me invadiese.
Pero algo estaba mal, algo me detenía, volví la cabeza y descubrí a una mujer que me miraba con expectación, casi con emoción. Tendría mi edad, llevaba el pelo corto (como mi hermano la última vez que nos gritamos), vestía de manera sencilla pero terriblemente desordenada, como si no le importase. Lo único que me llamó la atención fueron las Dr Martens granates que calzaba. Ella mantuvo mi mirada inquisitiva y luego, olió mi miedo.

-¿No lo vas a hacer? -preguntó casi con tono ofensivo.

-¿Disculpe?

-Déjate de formalismos, llevas mucho tiempo pensándotelo como para acobardarte ahora. Como hizo él. No te da miedo, nadie te mira, ¡venga!

La miré anonadada, ¿qué se suponía que estaba pasando? ¿quién era esa mujer? Me delató la histeria en los ojos.

-¿Cómo que quién soy? ¿No me reconoces? -saltó a mi lado con una agilidad sorprendente y me cogió de la mano- Yo...soy tú. O, para ser exactos, soy todo lo que desearías ser y haber sido. He hecho todo lo que tú nunca te has atrevido a hacer.

Eso no tenía sentido y ella, adelantándose, volvió a ahorrarme la respuesta al leerla en mi mirada asustada.

-Lo que no tiene sentido es que tú, que llevas una vida buscando algo diferente, algo especial, te sorprendas al descubrir que siempre estuvo detro de tí. Sin mí, hace mucho tiempo que te habrías ahogado en este mundo de mierda. No, no es una especie de transtorno psicológico ni bipolaridad. Compartimos la base de nuestra vida, no somos contrarias sino complementarias: yo existo porque lo haces tú y viceversa. Pero el destino quiso que fueses tú la que viviese expuesta a la luz y no yo, por aquello de la mejora del sistema. Pero has llegado a tu límite, hace unas semanas te volviste yo de manera inconsciente y te gustó tanto esa sensación que quisiste mantenerla en la piel para siempre, ¿no es verdad?

Palpé la zona aún resentida por la aguja mientras ella me sonreía.

-Eso era mío -se bajó el tirante de la camiseta dejando al descubierto una marca blanquecina en la piel, justo encima del corazón. La misma marca que llevaba yo ahora tatuada sobre el mío. -No me mires así, esto no funciona de manera aleatoria, tú eres el infinito y yo el vacío y si irrumpes en mi territorio, lo justo es que yo lo haga en el tuyo. Por eso he venido: tú ya no puedes soportar más esta mierda, te han jodido demasiado y estás tan sumamente asqueada que lo mínimo que puedo hacer por tí es suplantarte con una nueva identidad mejorada, sin sentimientos y emociones, sin capacidad para sufrir. Es darwinismo puro: sólo sobrevive el más fuerte.

El viento seguía siendo el único testigo de mi extraña alucinación y, sin embargo, ella era tan real como yo -qué ironía- . La miré detenidamente y descubrí que su cara era la mía. La decisión de cambiarnos ya estaba tomada de antemano, pero mi otro yo había tenido la decencia de avisarme. Qué amable por su parte.

Cuando abrí los ojos, ya no había nada. Nada salvo aquella tira de piel aún caliente y sanguiolienta en mis manos. Mi nuevo nombre estaba tatuado en ella y, en la etimología del dibujo, se encontraba el objetivo de mi nueva y perfeccionada existencia.




La belleza del conjunto vacío empieza y acaba en su superficie. No es fácil de ser entendida ni aceptada pero, de cara al resto del mundo, a todos esos seres putrefactos que tratan de chupar la felicidad a los mejores corazones, esa belleza resulta letal precisamente por ser vacía.

Ø

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