10.07.2011

Eudaimonía

Ya lo decía un gran genio, uno de mis "grandes favoritos": Aristocles, (llamado más tarde Platón por lo ancho de sus hombros). Un ateniense del s.V a.C ya tenía claras las metas del hombre y, nosotros, seguimos planteándolas una y otra vez sin tenerle en cuenta.
Él tuvo la condescendencia de transmitirnos su idea sobre la Eudaimonía o virtud, que no consiste más que en que cada cosa haga lo que le es propio, es decir, que alcance su plenitud. Y, sobre ello, explicó que aquello que es propio del hombre no es otra cosa que la razón, inmortal e inherente, residente habitual del Mundo de las Ideas que el filósofo construyó para su teoría.
Volviendo sobre el tema, Platón hablaba de la razón humana, ese elemento fundamental. Argumentaba que el perfeccionamiento del hombre consistía en que prevaleciese en él, cada día más, el elemento racional sobre el pasional y el instintivo. (Al desarrollarse el elemento racional, mediante la educación, se conocerá mejor el Bien y, por tanto, se obrará mejor).

Pero, toda esta charla filosófica no es únicamente porque me guste -aunque podría tratarse de eso-.No, viene a cuento por una pregunta que hace un par de días me planteó un estudiante de filosofía.
Hablábamos él y yo sobre lo irónica que es la vida en ocasiones, cómo él que tras muchas vueltas de la vida, de idas y venidas, había decidido dejarse caer por una carrera que le había parecido medianamente entretenida. Y yo, por mi parte, le comentaba lo desilusionada que estaba con mi carrera, no era -no es- lo que imaginé, y ni siquiera estoy segura de que sea lo que yo quiero estudiar y no lo que otras personas hayan puesto en mi mente (consciente o inconscientemente, no se trata de culpar a nadie por ello puesto que si hay algo que tengo claro es que fue una decisión enteramente mía).
Hablamos de mis asignaturas y de las suyas, y no sé muy bien cómo acabamos sumidos en un dilema de lógica elemental: tener un helado es mejor que no tener nada, pero mejor que todo, siempre será la felicidad eterna. En ese momento yo le pregunté si creía en la felicidad eterna y él me respondió: ahí esta el quid de la cuestión, una gran pregunta.
Yo me quedé unos minutos en silencio y le respondí: no es posible, somos felices en ocasiones, en mayor o menor medida, pero sería antinatural que fuésemos felices eternamente. Porque no todo nos agrada, ni nos hace reír, si fuese así no sería tan especial sino ordinario y, por seguro, no nos haría felices, no conoceríamos la felicidad por no conocer la tristeza.
Él me respondió: es cierto, puede no existir, pero ¿y si alcanzásemos la Eudaimonía platónica? ¿Y si fuésemos absolutamente racionales, despegados de nuestras emociones y pasiones? ¿Sería entonces la felicidad o la tristeza tan importante? ¿No seríamos entonces felices eternamente al librarnos de toda emoción, como un río que fluye constante sin meandros que hagan difícil su recorrido? No una felicidad exultante ni escandalosa sino más bien una felicidad encaminada hacia el orden en nuestras vidas.

Mi conclusión es que sí, seríamos ciertamente "felices" pero ¿qué hay de las emociones? La Eudaimonía me parece acaso más difícil que llegar al centro de la tierra, no podemos librarnos de nuestros instintos ni pasiones porque, sencillamente, dejaríamos de ser humanos para convertirnos en una especie de autómatas.
Así pues, queridísimo Platón, puedes volver a guardar tu  Eudaimonía en ese baúl de las Ideas, que por más racionalidad que me ofrezcas, prefiero mis sinceras emociones.

http://www.youtube.com/watch?v=J6ZWlDks0nQ

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